Catedral Vieja de Cartagena (I)

LA CATEDRAL DE CARTAGENA
Tradicionalmente se ha considerado la catedral y el Obispado cartagenero como una fundación del Apóstol Santiago hacia la segunda mitad del siglo I d.C. Esta aseveración no pasa de ser una tradición históricamente indemostrable. Los primeros datos que poseemos de un prelado en nuestra ciudad se remontan al Concilio de Elbira, hacia el año 300 d.C. donde encontramos a un tal Eutiques representando a la diócesis.
Desde este momento hasta la dominación bizantina, y pese a existir unas listas legendarias de obispos que carecen de todo fundamento histórico, tan solo conocemos el nombre de otros dos representantes de nuestro obispado. Estos son Héctor, que acudió al Concilio de Tarragona en el 516, y Celsino, que estuvo presente en el de Valencia del 549. Durante la dominación bizantina, iniciada en el 555, conocemos a Liciniano, un obispo de Cartagena que fue célebre por unos escritos, así como por las numerosas referencias que sobre él hace San Isidoro en sus obras.

Poco es lo que se sabe de la iglesia de Cartagena tras la expulsión de los bizantinos de la ciudad hacia el año 621, así como durante la dominación árabe. Más claros son los datos que conocemos a partir de 1245, momento de la reconquista de la ciudad y restablecimiento del obispado en la persona de Fray Pedro Gallego. Es la etapa de construcción inicial del templo, cuyo desarrollo se vería modificado por el traslado de la sede a Murcia en 1291.
Las siguientes modificaciones de importancia tendrían lugar en los años finales del Siglo XVI, cuando ya la iglesia presentaba graves problemas en su fábrica, que amenazaba incluso ruina. De estas actuaciones destacan las llevadas a cabo por Juan Bautista Antonelli. Un siglo más tarde, a finales del XVII, en otro momento en que la iglesia estaba cercana al estado de ruina, la acción de Pedro Manuel Colón de Portugal, duque de Veragua, que levanta la capilla del Cristo del Socorro, servirá de revulsivo a los responsables eclesiásticos que, incluso, encargarán un nuevo retablo para el altar mayor y, pocos años más tarde, nuevas imágenes para éste.
Entre los años 1781 y 1816 la catedral sufrió diversos trabajos de consolidación de sus estructuras debido a la poca consistencia del terreno sobre el que se hallaba construida en parte. En la última de las fechas citadas, se llegó a cerrarla al culto. En 1876 en unas obras de consolidación de su cimentación, se encontraría el mosaico romano que hoy se conserva en una cripta subterránea.
A principios del siglo XX fue reformada, más que restaurada, por el arquitecto Víctor Beltrí, que utilizó para ello los estilos neogótico y neoromanico. En septiembre de 1936 fue quemada por unas tropas republicanas que utilizaron sus locales como acuartelamiento. Posteriormente, durante el transcurso de la Guerra Civil, se vio muy afectada por los bombardeos de la aviación del bando liderado por el General Franco, siendo ese el motivo del estado de ruina que presenta en la actualidad.
Su solar ha sido objeto de excavaciones arqueológicas en numerosas ocasiones desde 1958, cuando Pedro San Martín Moro, entonces director del Museo Arqueológico Municipal, llevó a cabo las primeras. En la actualidad es posible ver en el interior de su recinto, excavadas desde 1993, estructuras pertenecientes al Teatro Romano. Su restauración será llevada a cabo, en aquellas partes que realmente lo merecen, de forma conjunta con la de aquél.
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